jueves, 17 de julio de 2014

LEGISLACIÓN PREOCUPANTE

La fecundación heteróloga y la necesidad de un compromiso renovado.

Arzobispo Giampaolo Crepaldi,
Obispo de Trieste
Presidente del Observatorio Cardenal Van Thuân para la Doctrina social de la Iglesia,



La sentencia con la que el Tribunal Constitucional ha declarado como inconstitucional la prohibición de la fecundación heteróloga prevista por la Ley 40, y sus respectivos argumentos, nos colocan delante de un escenario completamente nuevo y muy preocupante.

Los elementos de radical novedad son dos: la viabilidad de la fecundación heteróloga en un contexto de ausencia de todo tipo de límites legislativos, y la afirmación, en la sentencia, de un “derecho al hijo”.

El primero de estos dos elementos abre la posibilidad a un salvaje mercado de la fecundación heteróloga en el que se degradan valores fundamentales ligados a la persona humana, a la procreación y a la familia. En una situación de liberalización de la fecundación heteróloga se abriría la comercialización sin límites de los gametos, la fecundación sin control a pedido de cualquier tipo de pareja, el vientre de alquiler, las “familias” pluriparentales o monoparentales, la tecnificación absoluta de la procreación, la eliminación de los vínculos familiares tal como los habíamos conocido y que serían reemplazados por algo aterrador que aún nos cuesta trabajo imaginar, la poligamia heterosexual y homosexual, el aumento exponencial de la destrucción de embriones humanos, la selección racial y el incremento de los procedimientos eugenésicos. En pocas palabras, un cuadro que aterroriza y que, aunque sea presentado por muchos como un marco de libertad, se prestará a la planificación de la vida por parte de los centros de poder.

El segundo elemento de novedad --el "derecho al hijo"-- rompe con la visión de la persona humana como poseedora en sí misma de una dignidad propia. Se pueden reclamar derechos sobre las cosas, pero no sobre las personas. La persona es un fin en sí misma y no puede caer bajo la propiedad de nadie, como ocurriría en cambio si el "derecho al hijo" derivara en patrimonio cultural compartido y además completado por la legislación respectiva. Principios así solo habían sido ideados hasta ahora por regímenes totalitarios. Con el principio del "derecho al hijo", el hombre se sentirá autorizado a completar la manipulación de la vida y del ser humano ya en fase avanzada de desarrollo.

Las dos novedades que he destacado son la base de una re-creación de la identidad humana y de las relaciones humanas fundamentales, tales como la reproducción, el matrimonio, la familia, las relaciones entre hijos y padres. Sorprende mucho, por lo tanto, que pocos se den cuenta de la gravedad del momento, que el gobierno italiano no haya dicho una palabra sobre estos temas, que las fuerzas políticas eviten abordarlo adecuadamente, mientras que muchos manifiestan su deseo de que la Iglesia italiana no eluda ser maestra ante estos fenómenos confusos.

Tenemos que hacer juntos una reflexión muy seria sobre este panorama desconcertante y encontrar un curso de acción, tanto en lo que respeta al enfoque cultural, como a las iniciativas concretas y políticas para llevar adelante.

Lo primero a entender cabalmente por todos es que en el plano cultural debe ser combatido el proceso actual de eliminación de la naturaleza y de la naturaleza humana. Esto está destruyendo al hombre, reduciéndolo a un anexo de la historia, a un fenómeno de la praxis de las estructuras sociales, a un elemento reconfigurable según la conveniencia de una cadena armable y desarmable. De este modo, perdiendo su primacía sobre la historia, el hombre pasa a ser un instrumento del poder, incluso en contextos democráticos que, con estos hechos, muestran características de democracias totalitarias.

Se debe recuperar una reflexión filosófica y teológica de la historia para entender qué es lo que permite al proceso de secularización seguir avanzando y eliminar, después de Dios, a todos sus partidarios laicos, a cualquier residuo natural que anteceda a la acción humana, para determinarlo de manera no sólo cuestionable. Estos resultados radicales e imprevistos de la secularización moderna, ponen en tela de juicio la visión de la secularización como hasta ahora se estaba desarrollando incluso en el ámbito católico.

El carácter totalitario del cuadro que se perfila obliga a todos los hombres que aman la verdad a hacer objeción de conciencia con respecto de tantos casos de violencia a los que la fecundación heteróloga abriría el camino. Por eso será útil una gran movilización de las fuerzas del bien.

La oposición cultural a la fecundación sea homóloga o heteróloga, la propuesta de una visión bella y libre de la sexualidad, de la vida conyugal, de la familia natural, de una manera humana de amarse, de acoger la vida y velar por ella, de educar a los hijos para introducirlos en el mundo conscientes de su dignidad, debe ser algo extensivo. El rechazo a la fecundación heteróloga debe continuar incluso después de la sentencia del Tribunal Constitucional, tanto porque el "derecho al hijo" no respeta la visión antropológica del texto constitucional mismo, como porque, en cualquier caso, por encima de la Constitución, está la realidad no disponible de la persona y de la familia.

A la lucha cultural debe añadirse un fuerte compromiso colectivo, por parte de individuos y grupos asociados, presentes en la sociedad: en la escuela, en las estructuras sanitarias, en las administraciones locales. Fecundación heteróloga e ideología homosexualista van juntas. Sus principios culturales están presentes en las políticas administrativas y sanitarias, así como en las educativas. Allí, estas ideologías deben encontrar la oposición valiente de padres, profesores, agentes sanitarios y de funcionarios de las entidades locales, de asociaciones pro-vida, pro-matrimonio y pro-familia. Aquí hay un campo enorme en el cual comprometerse.

A estos dos niveles de compromiso, debe añadirse aquel estrictamente político y legislativo, en los consejos municipales y regionales, pero sobre todo en el Parlamento nacional. Gobierno y Parlamento deben tomar en sus manos toda esta cuestión de la fecundación heteróloga después de la sentencia del Tribunal Constitucional, como se desprende, entre otras cosas, de algunos pasajes de la misma argumentación del Tribunal y por ciertas obligaciones que derivan de la Unión Europea. Si el objetivo final de este compromiso debe ser la prohibición legislativa de todos los tipos de fecundación artificial, tanto homóloga como heteróloga, frente a la situación creada es oportuno atesorar lo que enseña la encíclica Evangelium vitae de San Juan Pablo II, que exhorta a emprender iniciativas para reducir los efectos negativos en el nivel práctico. Como dice el apartado 73 de la encíclica, cuando sea públicamente clara y notoria la oposición de un parlamentario a una ley, tanto en su espíritu como en su texto, y garantizado su compromiso personal de luchar contra sus presupuestos culturales y sus contenidos materiales, él puede dar su consentimiento a una ley que, aunque no sea satisfactoria porque está llena de elementos éticamente injustificables, reduzca los efectos negativos de una ley anterior. Este es el contexto doctrinal y práctico que sugiere en este momento un compromiso en el Parlamento contra la fecundación heteróloga incluso bajo la forma de aprobar leyes que reduzcan en el plano práctico sus efectos negativos. A pesar de las diversidades culturales de las fuerzas políticas y aunque muchas de ellas han expresado su consentimiento a algunos aspectos de lo actuado, es posible y deseable, con la buena voluntad de todos y con el uso del sentido común, presentar una legislación correctiva y de contención, en espera de que el compromiso general por una renovada responsabilidad política haga posible en el futuro una ley justa en esta materia y sin disminuir –al contrario– el esfuerzo en el País para que esto ocurra.



Osservatorio Internazionale Cardinale Van Thuân, 17-7-14

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